Sumario: | Ver, contemplar, mirar u observar, son al parecer palabras sinónimas que sin
embargo denotan significados disímiles al considerar los factores que intervienen
en cada uno de estos actos. Las diferencias se van estableciendo
de acuerdo con ciertos niveles de implicación, entre aquello que es objeto
de curiosidad y quienes sobre este enfocan su atención. Los factores que
contribuyen a profundizar o no esta interacción, se corresponden con el potencial
de asombro irradiado desde el objeto, tanto como por el interés y/o
capacidad de asombro que voluntariamente desplieguen las personas que
se le acercan. Sin embargo, a estos factores se suman otras condiciones
relacionadas con las experiencias previas de las personas potencialmente
expectantes, las historias y transformaciones de aquello que funge como
objeto de interés, así como los momentos y contextos en que tienen ocasión
unos actos. De acuerdo a ello, quien presencia puede interactuar momentáneamente
y desaparecer, pero también tiene la posibilidad de establecer una
interacción basada en comparaciones con otras experiencias previas, o dejar
fluir su asombro para configurar algo memorable. El acto de contemplar
tendría dos posibilidades de traducción. Por ejemplo, al idioma kaqchikel, que es una de las 30 variantes mayences: B’ochinïk que se relaciona con una
acción de persuasión y nik’onïk que se relaciona con una supervisión, un observar
más allá, no con un carácter vigilante como lo sugeriría la expresión
castellana. En ambos casos se implica un ejercicio activo.
El acto contemplativo sugiere entonces una alteridad desde la cual es posible
determinar la mayor o menor cercanía o distancia en relación con unas
otras alteridades. Pero este acto que se sugiere tan inherente a la calidad
que poseemos como seres vivientes presenta ciertas condicionantes que
terminan por reflejar el momento, el contexto, el poder, el dominio y otras
circunstancias desde las cuales se transforma otra subjetividad y sus actos, en
meros objetos. Es de esta forma, cómo la humanidad, a través de la creación
e imposición de ciertos “acuerdos”, ha venido definiendo lo desconocido
como exótico, y en ese orden se le objetiviza para aprehenderle, desecharle
o usarle. De lo exótico se puede hacer un espectáculo, pero también un lugar
de catarsis propia que en el acto puede conllevar a hacerle desaparecer
para limpiar aquello extraño que no encuadra.
Entendiendo entonces, que contemplar va más allá del acto de entretener
la mirada, esta investigación se concentra de manera genérica en los juegos
de pelota mesoamericana, pero específicamente los que han ido recreando
algunos grupos y personas en tierras mayas de México y Guatemala. Si bien
los formatos en que circulan se remiten, en principio a espectáculos artísticos
y deportivos, es importante tener en cuenta que son resultados de fuertes
transformaciones operadas por los primeros observadores foráneos con poder
para comunicarlos al mundo occidental. Pero gracias a las arquitecturas
erigidas por las antiguas culturas asentadas en la vasta región conocida hoy
como Mesoamérica, y que implicaron grandes creaciones artísticas asociadas,
ahora sabemos que no todos los informes escriturales y visuales realizados a
partir de la incursión europea se correspondían con un ejercicio de contemplación
desde la alteridad. Estas arquitecturas fueron dispuestas de una manera
favorable para la presentación de actos públicos variados, entre los cuales
figuraban los juegos de pelota. Entonces, la noción actual de espectáculo no
resultaba ajena en aquellos tiempos, lo cual desvirtúa que las formas de jugar
actualmente sean tajantemente atribuibles a la influencia de los deportes y
otras puestas en escena propuestas para complacer las miradas foráneas.
Entonces, la presente investigación, no se remite a estudiar el fenómeno del
espectáculo en tantos deportes o puestas en escena de juegos de pelota reinventados.
Aunque sean estas las fuentes inmediatas a disposición, el foco
de análisis es sobre aquello que sus participantes identifican, en unos casos
como ritual asociado a las formas de vivir hoy la espiritualidad, en otros casos como deporte organizado, así como espacio formativo para las generaciones
jóvenes. Con esta finalidad es necesario hacer una historiografía
de estas prácticas, que dispersadas en Abya Yala1 desde tiempos antiguos
se vinieron transformando conforme a las eventualidades propias en unos
momentos, e impuestas desde cuando incursiona la historia oficialmente
contada por voces, para las que resultó complejo establecer niveles de alteridad
a la altura de lo que encontraron. Quienes practican actualmente
los juegos, acudieron a múltiples estrategias para recordar los movimientos,
las ritualidades y las formas de presentarse como ajpitzanel o ajetzanela’ (la
persona que juega pelota en idioma Kaqchikel).
Quienes promueven la práctica contemporánea de los juegos de pelota en
Mesoamérica han decidido incorporar elementos de las competiciones deportivas
que caracterizan al mundo moderno, pero también han encontrado
formas para aprovechar la aceptación actual de las diversidades étnicas,
cuyo fenómeno apenas va completando un baktún. Se plantean estrategias
para difundirlos, promoverlos y masificarlos, pero también realizan lecturas
novedosas que se debaten entre las complejas imposiciones nacionalistas
y los ejercicios autorreflexivos. De esta manera, vienen proponiendo un panorama
de alternativas que además de fungir como objetos observables,
incitan a su práctica, más allá de la dimensión como espectáculo escénico
practicado por profesionales. Pero dada la antigüedad y laberintos históricos
que soportaron quienes en tiempos ancestrales lo practicaron el ejercicio
de poner en juego la pelota mesoamericana nuevamente, ha implicado ejercicios
de consulta en las fuentes disponibles.
Además de la singularidad de los movimientos necesarios para impulsar una
pelota maciza de hule con cadera, muslos, glúteos o antebrazos, los actuales
juegos mayas del chaaj, pok ta pok y chajchaay proponen situaciones
paradójicas que fluctúan entre las identidades étnicas, los nacionalismos,
las tendencias New Age y las instrumentalizaciones identitarias, entre otras.
Cuando son concebidas desde estas paradojas, las actuales iniciativas son
blanco de críticas que se resguardan en esencialismos academicistas, perspectiva
desde la cual también resulta incoherente su rechazo, pues han
sido fuente principal desde donde han abrevado muchas de las iniciativas
actuales. De esta manera, se desnuda la construcción hegemónica de las etnicidades desde una contemplación íntima que va más allá de un espectáculo
para turistas, denotando unas nuevas conciencias que transitan
invisibles para quien mira al otro cuando en apariencia se exhibe.
El presente trabajo ofrenda un registro y análisis sobre las iniciativas locales
y nacionales, gubernamentales y académicas, públicas y privadas, a partir de
un acercamiento que reúne enfoques de varias disciplinas. En esa medida,
contribuye al conocimiento sobre la vigencia actual de los antiguos juegos
de pelota que, debido a su constante transformación y adaptación, se comunican
y posicionan en contextos contemporáneos. Demuestra también
algunos factores de la polémica provocada alrededor de los preceptos que
determinan los usos de los juegos como patrimonios y herencias, cuando
las transformaciones que operan sobre los juegos encasillados como “tradicionales”,
muchas veces están en beneficio del espectáculo, y sus intereses
económicos paulatinamente trascienden por algunas iniciativas.
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