Sumario: | El orden de la sociedad moderna, desde sus orígenes
en la Europa occidental del Renacimiento, se estableció
como un sistema de Estados y, en ese contexto político
absolutista, los seres humanos se condenaron a vivir en
la precaria paz de los tratados, o en la guerra. Como lo
advertía Tomás Moro,
Aunque los Estados observasen los pactos entre ellos perfectamente, es lamentable que el uso de ratificarlo todo por un
juramento religioso haya entrado en las costumbres […] pues
esta práctica hace creer a los hombres que han nacido para ser
adversarios o enemigos, y que tienen el deber de trabajar en su
perdición recíproca, a menos que se lo impidan los tratados.
La guerra, el viejo problema de la humanidad, se convirtió en este nuevo contexto social en un instrumento político de uso frecuente y, en consecuencia, en un problema
esencial de la filosofía moderna: la estructura estatalizada
del orden político moderno, dice Kant, hace de la guerra
una amenaza permanente porque los conflictos deben
dirimirse con tratados que, por basarse en la soberanía e
independencia de los Estados, tienen una legitimidad muy
frágil y no pueden construir la paz, sino establecer simples
armisticios condenados a romperse.
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