Sumario: | La rapidez y letalidad del virus innombrable aterrizó sueños y proyectos
y, con ellos, a nosotros también nos dejó aterrados; hizo que lo impensable
se volviera cotidiano, que el instinto primario de supervivencia se hiciera
consciente, urgente y prioritario, que la respiración y nuestras defensas,
tradicionalmente imperceptibles, ocuparan reincidentemente nuestros pensamientos
con el estruendoso silencio de lo impalpable y de lo invisible. La
nueva consciencia nos llevó incluso a pensar en una asociación coordinada
de nuestros cuerpos con el Estado, destinada a que los virus y las bacterias
se quedaran atrapados en alguna de las barreras sucesivas instaladas para
proteger la vida y la salud; nos hizo pensar en las autoridades públicas como
complementos externos de nuestro sistema inmunitario.
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